sábado, 5 de abril de 2014

Martin Schulz, ¿el cambio en Europa? (I)

El pasado domingo se celebró en Madrid el acto de presentación de la candidatura del PSOE para las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Al acto asistió Martin Schulz, el candidato de todos los Partidos socialistas y socialdemócratas de la UE a presidir la todopoderosa Comisión Europea.
Durante su discurso, Schulz dijo cosas muy interesantes. Entre otras la siguiente frase: "Seguramente yo no sea el candidato más probable en un acuerdo entre bambalinas. Soy un vendedor de libros, el alcalde de un pequeño pueblo, no soy un expresidente de Gobierno, soy un representante del pueblo que dice lo que piensa".

Se presentó como un auténtico "outsider" de los centros de decisión europeos, un pobre vendedor de libros, que no está atado a nadie, "de procedencia humilde",..., y que viene a "cambiar Europa", para hacerla más "humana, social y democrática".

En general, no me gusta que me tomen el pelo, como creo que tampoco a la gran mayoría de los ciudadanos europeos convocados a la cita electoral del próximo mes de mayo. Pues bien, un somero repaso a la biografía de Schulz parece indicar algo muy distinto a lo expuesto por el candidato del Partido Socialista Europeo (PES).

Martin Schulz, en efecto, y tal como figura en la ficha biográfica redactada por él mismo que aparece en la página oficial del Parlamento Europeo, lleva siendo eurodiputado por el Partido Socialdemócrata de su Alemania natal (SPD) desde ¡1994! Además de Presidente del Parlamento Europeo desde 2009. Veinte años sentado en su escaño del Parlamento Europeo, lo que le convierte en uno de los eurodiputados más veteranos de toda la cámara. Y no, no digo que sea, ni mucho menos, ilegítima esa larga carrera política. Los ciudadanos alemanes le han votado para que les represente durante cuatro legislaturas distintas. Lo que es sencillamente inaceptable y ciertamente repugnante desde cualquier perspectiva ética, es que se presente con los adjetivos anteriormente mencionados, tratando de engañar de manera absolutamente descarada a los ciudadanos a los que pide el voto.

Pero Schulz no sólo es eurodiputado. Desde 1991 hasta el cambio de siglo, formó parte del Mitglied des Parteirats del SPD, órgano colegiado de Gobierno que agrupa a los 100 máximos dirigentes federales del Partido. No obstante, el gran salto en la política doméstica alemana lo hace nuestro querido y pobre librero en 1999, cuando pasa a formar parte del selecto grupo de 39 miembros que forman el Parteivorstand. Y por último, desde 2005, precisamente en el mismo momento en que se establece el primer Gobierno de "Gran Coalición" entre el SPD y la CDU de Angela Merkel, es miembro de la más alta dirección del Partido, el Präsidium, que consta de tan sólo 10 miembros, y que ha sido, en calidad de órgano de Dirección suprema, el artífice de la nueva "pinza" SPD-CDU en Alemania que ha significado, está significando, y significará al menos hasta que expire su mandato en un lejano 2017, la continuidad de la política insolidaria y recortadora de derechos y prestaciones sociales llevada a cabo por Merkel en los últimos años que tanto daño está haciendo a los países del Sur de Europa.

Este es el verdadero rostro de nuestro hombre del pueblo, el que se las daba el otro día de ser una suerte de reencarnación de Robin Hood que vendría a devolver la dignidad al pueblo desde la conquista de unas "esferas de poder" desconocidas para él.

Quisiera terminar esta entrada, que vendrá acompañada por otra en breve en la que examinaré el voto de Schulz en las sesiones Plenarias del Parlamento Europeo en relación con varios temas clave del Estado de Bienestar, señalando que lo que más me aborrece de este hombre, que no merece y no obtendrá mi voto, no es el hecho de que haya apoyado las dos grandes coaliciones con la derecha en su país, o su coincidencia con la derecha europea en buena parte de los grandes debates que mensualmente se dan en Estrasburgo: lo que no soporto y lo que creo que deberíamos castigar con virulencia, es la mentira, el engaño, sobre todo en una sociedad en la que tenemos a un "click" poder comprobar la veracidad de lo que nos dicen aquellos que quieren nuestra confianza.

domingo, 19 de junio de 2011

Algo se mueve...

Debo reconocer que, en este 19-J, el Movimiento 15-M  me ha vuelto a sorprender. Lo cierto es que cuando tomé la decisión de unirme a la marcha, no sabía qué me iba a encontrar. Temía que en ella se reflejase la franca decadencia que el movimiento venía experimentando en las últimas semanas, cada vez menos representativo y más sectario. Temía yo también que el movimiento continuase en esa deriva peligrosísima de considerarse "pueblo", y, como tal, de reivindicar toda representatividad, todo el poder. Temía...

Pero llegó el 19-J, y desde el principio vi claro que todos esos temores eran infundados. No sólo eso, entendí que lo que veían mis ojos no eran decenas de miles de antisistemas ni de indignados, un término del que creo que están abusando los medios y que parece responder más bien a un vano intento por parte de la prensa de clasificar algo, sino a ciudadanos de todo tipo, de toda condición, de toda peculiaridad, de toda clase social, que no buscaban representar a nadie sino a sí mismos, que no buscaban ningún poder ni influencia, que no buscaban imponer ningún sistema preconcebido a través de técnicas intimidatorias ni maquiavélicas, sino que reivindicaban algo muy cercano al sentido común, algo tan sencillo como que no queremos vivir en una dictadura al servicio de unas oscuras y opacas Agencias de Calificación (léase las Moody's, Fletcher's,...), que existe un parlamento que es el depositario de la voluntad democráticamente expresada por parte de la ciudadanía y que debe reaccionar e intervenir YA, que los Gobiernos están para gobernar y trazar las líneas maestras de la acción política, económica y social de un país, y no para tenderles la alfombra a los especuladores que nos han metido en esta crisis tan brutal. Algo se está moviendo, la ciudadanía no está dispuesta a seguir aguantando la soberanía de los mercados, y no parece que vaya a resignarse.

Sin ninguna duda es una oportunidad de oro para que la izquierda en general, y los socialistas en particular, demostremos que nuestro modelo está muy cerca de ese sentido común que está pidiendo a gritos pero de forma absolutamente democrática la ciudadanía. Que el modelo de obedecer ciegamente las instrucciones de Moody's, de privatizar servicios públicos esenciales, de considerar los terribles y dramáticos desahucios que estamos viviendo estos días como meras estadísticas contables, es el modelo de la derecha, es el modelo neoliberal, es el modelo del Partido Popular, de Rajoy y de Angela Merkel. Es una oportunidad para reivindicar nuestro modelo, un modelo en el que los mercados estén al servicio de la ciudadanía, un modelo en el que el Estado garantice la igualdad de oportunidades a todos los hombres y mujeres a través de unos servicios públicos de calidad, un modelo en el que la última palabra la tengan siempre los ciudadanos.